LIBERTAD, IGUALDAD, JUSTICIA, VIOLENCIA

LIBERTAD, IGUALDAD, JUSTICIA, VIOLENCIA
Algunas reflexiones
DARWIN JIJON LARCO / DOCTORADO en FILOSOFIA / Agosto 02, 2001

Conocidos los ejes temáticos del seminario, la aventura de hacer un doctorado en una disciplina de la que no se proviene parecía cobrar sentido. Fabuloso, increíble, absolutamente oportuno. Ejes de tal importancia y trascendencia no podían sino enriquecer, fortalecer, dotar de nuevos contenidos a palabras que parece los han ido perdiendo aceleradamente.
El largo recorrido de las lecturas que debieron llevar a la fácil producción de las palabras generaron exactamente el sentido contrario. El silencio, la duda, la desesperación se hacían presentes con el pasar de las semanas.
Y claro, los argumentos siempre bien sustentados, son devastadores. No es que las palabras habían perdido sentido, es que mas bien lo encontraban para ponernos frente a evidencias incontrastables, incontestables frente a las cuales uno tiende a achicarse hasta el punto de desaparecer.
No es resultado de falta de formación, de experiencia o de vida las causantes de ello, ni siquiera lo son las frases lapidarias de quienes hacen filosofía a martillazos, es mas bien que uno siente que ha vivido alejado de la comprensión real de la “realidad” si esta es realmente aprehensible. Iniciado ese tortuoso viaje ¿cuántas veces no se prefería tal vez la comodidad de la ignorancia ?.
Libre. Esa es la sensación que animó de siempre y en forma vital el desarrollo de mi vida. ¿ Libre de qué ? ... ¿ de quienes ? ... ¿cómo? .
Igual. Y sin embargo reclamando desde siempre la particularidad que evidencia la diferencia.
Justo, o al menos pretendiendo serlo y, por supuesto en base a la confianza de la probabilidad de demandar sino de encontrar la justicia como contraparte.
La vida en si misma es la razón del existir, y dentro de ella la libertad ocupa un lugar relevante, la felicidad de su lado como gran finalidad se aparece aunque sea a destellos como mostrándose posible. Los lugares comunes nos ayudan en este subsistir, “mi libertad termina donde comienza la del otro” es la bomba de oxígeno a la que nos acercamos diariamente para sentirnos libres.
Libres de elegir, de caminar, de optar, de profesar una religión o adherir a un partido, libres de contratar, siempre libres y de pronto los espacios que se cierran vertiginosamente hasta llevarle a uno a la sensación de que la cárcel está por fuera en todo lado y aun más, la llevamos dentro en nuestra propia conciencia.
El golpe es fulminante. Un breve encuentro con Freud y nos pone frente al muro de que sólo arriesgando la vida se obtiene la libertad pues la única posible esclavitud es la vida misma ... que el ofrecer la propia vida es lo único que nos permite elevarnos sobre ella y que por tanto la muerte es el camino de la liberación.
Y uno que es libre comienza a visibilizar que lo del amo y el esclavo no fue en modo alguno una característica de las sociedades antiguas de las cuales los sujetos modernos no somos en ningún caso parte. Es clarísimo: no hay amo si no hay esclavo pues es sólo desde el reconocimiento desde el cual esta relación se perfecciona y, ¿cuál el motivo fundamental para aceptar la esclavitud?: el temor a la muerte y, con ello una constatación incontrastable: somos esclavos de la vida y por ello lo podemos ser en la vida.
La única escapatoria posible es liberarse por completo de esa misma esclavitud, el esclavo no es esclavo ante el amo sino ante la vida, pues ha retrocedido frente a la muerte.
La utopía de la igualdad comienza a desvanecerse. ¿Diferentes pero iguales ? ¿cómo ? y sobre todo como iguales en un mundo que en la búsqueda de construir órdenes lo hace en base a órdenes y son órdenes violentos y no de cualquier tipo de violencia sino además de una violencia legitima !.
Distintas las motivaciones en que los filósofos que hemos leído explican la razón de éste desequilibrio, este enfrentamiento constante, esta lucha diaria. Nietzche, ve la realidad como un conflicto permanente de fuerzas psíquicas y físicas vitales, como una lucha de fuerzas que intentan realizar su poder producto de su voluntad de poder y perfila el super hombre como aquel capaz de hacer frente al trágico, capaz de aceptar el mal y el sufrimiento como necesario, en una suerte de eterno retorno, en la búsqueda incesante por estar mas allá del bien y del mal, amando su propio destino siendo su propio creador. El ideal heroico nietzchano entendido como la fusión entre lucidez y ebriedad. Así, bien y mal son necesarios, no hay como evitarlos aunque si condenar esa realidad permitiendo el nacer del deseo de la trascendencia.
Aquellos que nos preciamos de tener buena memoria tendremos en éste punto, y siempre con Nietzche una gran decepción: la libertad está en la capacidad de olvido sino queremos ser un hombre más del resentimiento.
Yo ... yo ... yo. Que sensación de alivio cuando surge el otro y ello pudimos encontrarlo magistralmente en Levinas. Y, no solamente el otro sino la dimensión del tiempo como trascendencia y apertura. La “proximidad” es la razón de la razón, el rostro humano es el comienzo mismo de la filosofía ... el yo solo se comprende desde su relación con el otro pues el yo es autónomo y libre cuando reconoce su dependencia del rostro del otro ... la justificación del dolor del otro explica la inmoralidad.
Ese otro que con su sola presencia me interpela. ¿Qué pasa con el amor si es de pareja cuando surge un tercero y lo pone en riesgo interpelándolo más allá del amor como pasado y futuro?.
Desde allí, desde el reconocimiento del otro, se puede entender la responsabilidad aún de aquellos que no conozco, por el solo hecho de existir esa responsabilidad es la que abre paso a la justicia como una capacidad de respuesta a ese tercero que esta por venir, ese tercero que es la humanidad misma. Aquí, desaparece la culpa y emerge la responsabilidad. El gran problema es poder determinar ¿qué es lo justo?.
La libertad, de su parte, Foucault la encuentra solo en el umbral, en lo que lleva hacia afuera en medio de una discursividad que quiere llegar a la verdad, al conocimiento descansando en la lógica y la razón.
En el umbral, pues solo en él es posible ser libres. Lo cotidiano no es sino una cárcel perpetua, omnipresente, introyectada en la cual estamos siempre vigilados, siempre castigados. Una vigilancia que no requiere de armas, violencia ni restricciones materiales pues solo basta la mirada.
El mundo foucaultiano es un gran panóptico, resultado de una simple idea arquitectónica, en el cual el uso del tiempo, la actividad, el habla, el cuerpo, la sexualidad tienen por objetivo la producción de cuerpos dóciles. El crimen en éste ámbito, se manifiesta felizmente como algo irreprimible de la naturaleza humana, una energía que fortalece y que explica su poder de fascinación en una existencia relámpago que ilumina la relación entre el poder y la gente.
Arriesgando audaces generalizaciones, Foucault niega que la Ilustración haya sido progreso de la comprensión y sensibilidad, hace énfasis recurrentes a los controles, el dominio y el castigo como los únicos mediadores de las relaciones personales y sociales.
En las jornadas de Mayo del 68, retomando su pensamiento, en varios muros parisinos se pintaron letreros que invitaban a “seamos crueles” una crueldad que para Foucault es la búsqueda de la verdad, la necesidad de ser implacable en la honestidad, salvaje en la irreverencia, un reclamo de ser cruel en el arte, en las decisiones, aceptando las renunciaciones.
El texto referido demostrará hasta la saciedad que se reinventó la sociedad moderna con el modelo de la cárcel y la disciplina y pone en evidencia la falsedad de aquello que la mayoría había percibido como humanización en la desaparición de la tortura pues ello en definitiva no fue sino un cambio del objeto del sufrimiento pasando del cuerpo hacia el alma.
De particular relevancia será el tratamiento que hace Foucault de la peste (inspección) la lepra (aislamiento), las celdas de hospitales, fábricas, escuelas, cuarteles y cárceles ... la marca ... el examen ... la policía.
Vigilar y castigar es un libro que paraliza totalmente pues como el propio Foucault afirma “mi proyecto no es decir lo que tienen que hacer sino que ya no sepan que hacer”.
Lyotard al reflexionar sobre el entusiasmo, aquel fenómeno político que aparece como gran expectativa y que se muestra indeterminable desde el pensamiento y la razón, entusiasmo que vimos por última vez en las recordadas jornadas de mayo del 68 nos hace revivir aunque sea en la superficie la posibilidad de re encontrarlo.
La sensación de que el proyecto de la Ilustración, al menos revisado desde la perspectiva de la eficacia ha fracasado, encuentra un nuevo espacio de posibilidad en Derridá quien ve la democracia como algo que está por - venir, que pertenece al tiempo de la promesa. Una promesa es sin duda mucho más que el desencanto total frente al cual aparentemente el único camino digno que nos queda por tomar es el de sumarse a los del pesimismo de la fuerza. Posibilidad así de una democracia que está por - venir ... en esa apertura entre pasado y futuro, desfigurándose en su posibilidad permanente. Lo que se abre es el quizá como forma de pensamiento, como posibilidad en el cual la deriva es algo fundamental.
De gran relevancia en el pensamiento de Derridá es su trabajo del concepto de la diferencia cuestionando así una democracia que ha borrado el reconocimiento de lo diverso, la contradicción, la enemistad.
Sin que haya sido un autor de este seminario, quiero hacer algunas anotaciones en referencia al pensamiento de Rawls sobre la justicia y lo hago pues aun consciente de las críticas que éste ha recibido, si los espacios de libertad tienden a cerrarse de manera tan evidente, aquellos de la igualdad se han tornado mas límite que posibilidad pues en base a él se pretende objetivar la anulación del reconocimiento de lo heterogéneo y lo diverso, considero del caso retomar el tema de la justicia desde una visión que me parece formula aportes significativos aunque sea éstos en el ámbito del deber ser.
De hecho, considero importante varias de las formaciones de éste autor, entre ellas merecen destacarse su reclamo a la necesidad de que la justicia supere su nivel formal y alcance un nivel sustantivo. Rawls encuentra que la justicia es sobre todo un requisito, una cualidad racional de los actores. Las normas que regularán el accionar social demanda de la posibilidad de dejar de lado el interés personal, de colocarse un velo de ignorancia para dictarlas. En ello parecería que los actores vuelven al estado de naturaleza de Rousseau y es solo desde ese velo desde el cual se puede buscar el bienestar colectivo.
Los principio fundamentales de la justicia para Rawls son dos: 1) toda persona debe tener un derecho a la mayor extensión de libertad similar a la libertad de otros y 2) la desigualdad social si existen deben ser moralmente aceptables.
La igualdad así, está vinculada a la igualdad de oportunidades y al acceso para todos a la distribución de la riqueza, la educación y la salud.
Es de singular importancia el principio de la diferencia pues deja de lado la eficacia como posibilidad de dirimir conflictos e incorpora la diferencia, el trato diferenciado pues la igualdad de acceso no es natural y por tanto debe ser corregida en base a ese principio que lo que hace es reconocer la diversidad. Así, la diferencia es la que permitiría al menos aventajado de la sociedad el que tenga igualdad de oportunidades y de acceso disolviendo las desigualdades moralmente inaceptadas.
La justicia, el orden justo, es posible solo si la Constitución y normas básicas de la sociedad permiten que las personas sean libres y puedan gozar equitativamente de la libertad.
Podríamos seguir incorporando algunos apuntes sobre perlas del pensamiento de los filósofos que han sido motivo de nuestras lecturas y reflexiones. De hecho, hemos optado incluso por el camino de evadir las citas textuales y las notas de pie de página con el objeto de mas bien optar por un sendero que describa las sensaciones producidas, ese duro caminar entre sombras y destellos de luces.
Por ello habíamos iniciado este trabajo señalando el entusiasmo (en modo alguno lyotardiano sino apenas personal) con el que arrancamos y mas bien el vacío en el que nos encontramos.
Vacío por que somos parte del proyecto de la Ilustración, de la racionalidad, de las revoluciones, de las utopías. Vacío porque aun frente a lo evidente queríamos negar la imposibilidad de afrontar cambios de gran envergadura y ello en modo alguno implica que la renuncia es definitiva. Al menos podemos recurrir al quizá, apelar al sentido de responsabilidad para encontrar nuestro destino y definir nuestro rol.
Lo importante va mas allá de que entendimos de los autores, si es que realmente les entendimos y alcanza que nos dejan en nuestras concepciones, nuestras percepciones, nuestra búsqueda.
Y lo que queda es la voluntad de seguir explorando caminos, alternativas que permitan realizar el sueño de la modernidad, que permitan objetivar aquello de Libertad, Igualdad y Confraternidad. Lo que queda es seguir sin la voluntad de denunciar y luchar contra un orden social evidentemente violento, inequitativo, enajenante. Lo que queda es seguir.

Darwin Jijón