FEMINISMO y POSMODERNIDAD, GLORIA BONDER

FILOSOFÍA LATINOAMERICANA
DARWIN JIJON LARCO - Doctorado en Filosofía – PUCE– 27 Junio 2002
Prof. Dra. Nancy Ochoa

Feminismo y posmodernidad

1. GLORIA BONDER: Género y Subjetividad: Avatares de una relación no evidente
1.1. Sintetice y evalúe la genealogía de las concepciones de género que realiza la autora.
Hoy es posible establecer, como lo plantean Linda Nicholson e Iris Young, una genealogía de las concepciones de género, en la que hay fases y recorridos que demuestran la interrelación del pensamiento feminista con las corrientes teóricas dominantes en distintos momentos: funcionalismo, marxismos, diversas escuelas dentro del psicoanálisis, postestructuralismo, postmodemismos, etc.
a. CRÍTICA AL BINARISMO SEXO/GÉNERO. Que sirvió para diferenciar lo supuestamente natural e inmodificable: el sexo, de lo cultural y por lo tanto modificable: el género.
b. CUESTIONAMIENTO DEL SUPUESTO DE QUE EXISTEN SOLAMENTE DOS GÉNEROS: desconociendo como dice Flax que los procesos de subjetivación son intergenéricos.
c. CRÍTICA DEL SUSTANCIALISMO HACIA EL QUE SE HABRÍAN DESLIZADO LAS TEORÍAS DE GÉNERO AL CONSTRUIR A LA MUJER e incluso al género femenino, como una categoría única, y muchas veces deshistorizada.
d. RECHAZO A LA CONCEPCIÓN "VICTIMISTA" DE LA MUJER
e. PROBLEMATIZACIÓN DE LA VISIÓN TELEOLÓGICA que, cristalizaron los análisis iniciales de la subordinación de género, según la cual no cabría pensar en la posibilidad de los sujetos de agenciamiento y transformación de los mandatos genéricos.
f. PROGRESIVO GIRO HACIA UTILIZAR EL GÉNERO COMO UNA CATEGORÍA DE ANÁLISIS DE TODOS LOS PROCESOS Y FENÓMENOS SOCIALES EN LUGAR DE REDUCIRLO A UNA CUESTIÓN DE IDENTIDADES Y ROLES
g. CRÍTICA DE LA CONCEPCIÓN DE GÉNERO BASADA EN LOS ROLES SEXUALES, y a de la idea de que exista un sujeto o identidad personal anterior al género.
1.2 ¿Cómo se relaciona el constructivismo feminista con la crítica postestructuralista? ¿Cuál es la dificultad básica de una política de las identidades o, por el contrario, de un relativismo extremo, y cómo es la posición de Gloria Bonder sobre el tema, que es el tema del sujeto?
• La tensión esencialismo vs. constructivismo atraviesa las luchas de todos los movimientos sociales que se fundamentan en una política de las identidades.
• Las posturas esencialistas pueden entenderse como momentos contestarios, como forma de protesta ante las categorías socialmente impuestas a través de resaltar una identidad "propia" como base de resistencia y valorización.
• Esta acepción de la subjetividad se distancia notablemente de cualquier asimilación con una identidad supuestamente esencial o aún definida, completa.
• Una cosa es reconocer estos deseos y descifrar sus motivaciones y otra, sustancializarlo, suponiendo que cada uno tiene una identidad, y aún más, afirmar que uno es eso que dice ser y no otra cosa
• En contraste con estas concepciones, algunos análisis postmodernos sugieren la opción por la des-identidad o [como propone Nelly Richard] la "disidencia de identidad en el sentido del cuestionamiento de la cultura masculina paterna por la subjetividad fluida y no codificada de lo femenino.
• Para ortega, no es necesario renunciar a la identidad pero sí subvertir su codificación autoritaria, las imágenes unívocas de nación y ciudadanía, sin aceptar tampoco caer en el relativismo extremo.
• Algunas corrientes actuales ven con cierta sospecha que la filosofía y la teoría social declaren la muerte del sujeto y la renuncia a toda forma de identidad, precisamente en el momento en que sectores objetivizados y silenciados durante siglos, como las mujeres, emergen en el escenario social reclamando su palabra y actuando como sujetos políticos.
• Para Gloria Bonder, una cosa es la lucha política para reivindicar una identidad negada, y otra cosa es que, en ese gesto se renuncie a deconstruir la propia noción de identidad que moviliza esa acción, lo cual corre el riesgo de establecer nuevos dogmatismos esencialistas.
2. SEYLA BENHABIB Feminismo y posmodernidad: una alianza difícil.
2.1 Sintetice y evalúe la versión débil y fuerte de la muerte del hombre, la historia, la
muerte de la metafísica, según la autora y explique cómo ve la relación entre feminismo y posmodernidad.
La contrapartida feminista al tema posmodemo de “la Muerte del Hombre” puede denominarse la “Desmitificación del Sujeto Masculino de la Razón". Mientras los posmodernos sitúan al “Hombre”, o al tradicional sujeto soberano de la razón teórica y prác¬tica. dentro de prácticas sociales, lingüísticas y discur¬sivas contingentes, históricamente cambiantes y cul¬turalmente variables, las feministas reclaman que el “género”, y las diversas prácticas que contribuyen a su constitución, es uno de los contextos más cruciales en los que situar al supuestamente neutro y universal sujeto de la razón.
La contrapartida feminista de "la Muerte de la Histo¬ria” sería la “Generización de la Narración Histórica”. Si el sujeto de la tradición intelectual occidental ha sido nor-malmente el cabeza de familia varón. blanco, propietario, cristiano: entonces la Historia tal como se recuerda y se narra hasta ahora, ha sido “su historia".

La contrapartida feminista de la “Muerte de la Metafísica” sería el “Escepticismo Feminista hacia las Pretensiones de la Razón Trascendental”. Si el sujeto de la razón no es un ser suprahistórico y trascendente a su contexto, y sus creaciones y actividades teóricas y prácticas llevan en cada momento las marcas del contexto del que emergen, entonces el sujeto de la filosofía está inevitablemente imbricado con los intere¬ses del conocimiento dominante, que marcan y dirigen sus actividades .

La versión fuerte de la tesis de la “Muerte del Sujeto” no es compatible con los objetivos del feminismo. Es seguro que una subjetividad que no estuviera estruc¬turada por un lenguaje, por una narración y por las estructuras simbólicas del relato disponible en una cultura, seria impensable. Hablamos de quienes so¬mos, del “yo” que somos, por medio de una narración. “Yo nací tal y tal día. hija de tal y tal...” etc.
La "Muerte de la Historia". La desilusión de los ideales del progreso, el conocimiento de las atrocidades cometidas en este siglo en nombre del progreso tecnológico y económico, la bancarrota política y moral de las ciencias naturales puestas al servicio de las fuerzas de destrucción huma¬na y planetaria, estos son los sentimientos comparti¬dos de nuestro siglo.

Como tesis débil, la Muerte de la Historia podría significar dos cosas: teóricamente, se podría entender como una llamada a la conclusión de la práctica de los “grandes relatos” esencialistas y, monocausales. Políticamente, el final de esos grandes relatos significaría rechazar las pretensiones hegemónicas de cualquier grupo u organización de “representar las fuerzas de la historia, moverse con ellas, o actuar en su nombre”. En los últimos años las mujeres de color y las lesbianas han conseguido por fin que sus objeciones a las teorías feministas, que no logran enfocar sus vidas ni llegar a sus problemas, sean ampliamente escuchadas. Han hecho ver los primeros cuasi metarrelatos, con sus asunciones de la universal dependencia de la mujer y su confinamiento a la esfera domestica, como falsas extrapolaciones de la experien¬cia de la mujer blanca, heterosexual, de clase media que dominó los inicios de la segunda ola

La versión fuerte de la tesis de la «Muerte de la Historia» implicaría, sin embargo, el rechazo prima facie de cualquier relato histórico que se ocupase de largos períodos y que se fijase en las prácticas macrosociales en vez de en las microsociales. A Benhabib le parece que la cuestión más difícil que sugiere la tesis fuerte de la Muerte de la Historia es otra: incluso aunque prescindamos de los grandes relatos. ¿cómo podemos repensar la relación entre la política y la memoria histórica? Es posible para los grupos en lucha no interpretar la historia a la luz de un impera¬tivo político-moral, el imperativo del interés futuro en la emancipación

En su versión fuerte, la tesis de la Muerte de la Metafísica no sólo suscribe un grandioso metarrelato, sino que, lo que es más impor¬tante, este grandioso metarrelato va a hacer irreconocibles la historia de la filosofía moderna y los esquemas conceptuales en competencia que contiene. Una vez que esta historia se tome irreconocible, pueden ser abandonados los problemas conceptuales y filosóficos que encierra esta proclamación de la Muerte de la Metafísica.
Más influyente hoy que el increíble cuento de Heidegger y Derrida sobre “la metafísica de la presencia”, es la versión de la tesis de “la muerte de la metafísica” de Richard Rorty. Esto es, en efecto, lo esencial del problema. Una vez que hemos destrascendentalizado contextualizado, historizado, generizado el sujeto del conocimiento, el contexto de la investigación e incluso los métodos de justificación, ¿qué queda de la filosofía? ¿No se convierte la filosofía en una forma de crítica genealógica de regímenes de discurso y poder según se suceden unos a otros en su eterna monotonía histórica? ¿O quizá se convierta en una forma de densa narración cultural del tipo que hasta ahora sólo nos proporcionaban los poetas? ¿O quizá todo lo que quede de la filosofía sea una forma de sociología del conocimiento, que en vez de investigar las condiciones de validez del conocimiento y la acción, investigue las condiciones empíricas bajo las cuales generan las comunidades de interpretación tales afirmaciones de validez?

2.2 Resuma y evalúe la crítica social feminista y explique sus coincidencias y diferencias con los posmodernos.

Fraser y Nicholson preguntan: «¿Cómo podemos concebir un versión de la crítica sin filosofía que sea lo bastante robusta como para llevar a cabo el duro trabajo de analizar el sexismo en toda su infinita variedad y monótona semejanza?. Mi respuesta es que no podemos, es esto lo que me hace dudar de que como feministas, podamos adoptar el pensamiento posmoderno como aliado teórico. La crítica social sin filosofía no es posible y sin crítica social el proyecto de una teoría feminista, comprometida a la vez con el conocimiento y con el interés emancipatorio de las mujeres, es inconcebible .

La posmodernidad parece enfrentarse al dilema: o admite la necesidad, en los términos de los objetivos del feminismo, de “volver al mundo al revés” en el sentido que acabamos de señalar abriendo, de ese modo, una vez más, una puerta a la idea ilustrada de una reconstrucción total de sociedad sobre la base de la razón; o afirmar dogmáticamente los argumentos ya establecidos contra esa idea.

Frente a esta objeción, la respuesta de las posmodernas comprometidas con el proyecto de crítica social con la tesis de la muerte de la filosofía como metarrelato de legitimación, será que los 'relatos locales', que constituyen nuestras prácticas sociales juegos del lenguaje diarios, son lo bastante reflexivos autocríticos como para expresar juicios sobre si mis¬mos.

La ficción ilustrada de la reflexión filosófica, de la episteme yuxtapuesta a la práctica acrítica de la doxa de cada día, es precisamente eso, una ficción de legitima¬ción que ignora que las prácticas y tradiciones de cada día tienen también sus propios criterios de legitimación y crítica.

La cuestión, entonces, sería si entre los crite¬rios que las diversas prácticas, juegos del lenguaje y tradiciones culturales han hecho disponibles para nosotros, no podríamos encontrar alguno que sirviera a las feministas en su tarea de crítica social y transformación política radical.


3. CHANDRA TALPADE MOHANTY: Bajo los ojos de occidente

3.1 Explique cómo muestra Mohanty su tesis de que los textos feministas occidentales colonizan discursivamente la heterogeneidad histórica y material de las vidas de las mujeres del tercer mundo.

Mohanty hace un análisis específico de la producción de las "mujeres del tercer mundo" como sujeto monolítico, dentro de algunos recientes textos feministas (occidentales).
La definición de colonización que utiliza es la predominantemente discursiva, se enfoca en la apropiación y codificación de "intelectualidad" (academia) y "conocimiento" acerca de las mujeres en el tercer mundo, a través de categorías analíticas empleadas en escritos específicos del tema, y que toman como su referente a intereses feministas, tal como han sido articulados en Estados Unidos y Europa.
El discurso feminista occidental y la práctica política no son, ni singulares, ni homogéneos, en sus fines, intereses o análisis. Es posible trazar una serie de efectos coherentes, resultantes de la asunción de "Occidente" (en todas sus complejidades y contradicciones) como el principal referente de teoría y praxis. La referencia acerca del "feminismo occidental" no quiere decir que lo considere como un monolito, al contrario, Mohanty llama la atención hacia los efectos similares de varias estrategias usadas en textos por escritores que codifican a los otros como No occidentales y a ellos mismos como implícitamente occidentales.
El hecho de que el término colonización haya venido a denotar una variedad de fenómenos dentro de los escritos feministas e izquierdistas en general, debe tener una mínima importancia política. Desde su valor analítico como categoría de intercambio y explotación económica dentro del marxismo tradicional y contemporáneo, hasta su uso por mujeres feministas negras en los Estados Unidos para describir la apropiación de las experiencias y luchas de ellas por parte de movimientos de mujeres blancas, el término colonización ha sido utilizado para caracterizar todo lo que esté dentro del espectro de las más evidentes jerarquías económicas y políticas hasta la producción de discursos culturales particulares acerca del llamado "tercer mundo". A pesar de su uso sofisticado o problemático como elemento explicativo, el término colonización, casi invariablemente, implica una relación de dominación estructural, y la supresión - muchas veces violenta - de la heterogeneidad del sujeto en cuestión.
La relación entre "Mujer" - un compuesto cultural e ideológico del Otro, es una de las preguntas centrales que Ia intelectualidad feminista intenta tratar. Esta conexión entre mujeres como sujetos históricos y la re-presentación de Mujeres producida por discursos hegemónicos, no es una relación directa de identidad, o una relación de correspondencia o simple implicación. Es, más bien, una relación arbitraria dispuesta por culturas particulares.
Mohanty sugiere que los textos feministas están colonizando discursivamente la heterogeneidad histórica y material de las vidas de mujeres del tercer mundo y por lo tanto se encuentran produciendo y re-presentando un compuesto singular de la "mujer del tercer mundo" -una imagen que aparece arbitrariamente construida, pero que, sin embargo, carga con ella el sello de autorización del discurso humanista occidental.
La autora, argumenta que las afirmaciones de universalidad etnocéntrica, por un lado, y la conciencia inoperante de los efectos de la intelectualidad occidental en el "tercer mundo" por el otro, caracteriza una gran parte del trabajo feminista occidental sobre mujeres del tercer mundo.
Un análisis de la "diferencia sexual" en la forma, de una noción transculturalmente singular, monolítica, del patriarcado, o de la dominación masculina, lleva a la construcción de una noción igualmente reduccionista y homogénea de lo que llamo "la diferencia tercermundista", un algo estable y ahistórico que aparentemente oprime la mayoría, sino a todas, las mujeres de estos países.
Es en la producción de esta "diferencia tercermundista" que los feminismos occidentales se apropian y "colonizan" las complejidades constitutivas que caracterizan las vidas de las mujeres de estos países. Es en este proceso de homogeneización discursiva, y sistematización de la opresión en contra de las mujeres en el tercer mundo, que el poder es ejercido en el discurso feminista occidental más reciente. Este poder necesita ser definido e identificado.
Analiza tres presupuestos analíticos:
• El primero, está envuelto en la localización estratégica de la categoría "mujer" vis-á-vis el contexto de análisis. La asunción de "mujer" como un grupo coherente, consolidado, con intereses y deseos idénticos, ignora clase, ubicación racial o étnica, u otras contradicciones, e implica una noción de género o diferencia sexual, o incluso patriarcado, a ser aplicada universal y transculturalmente.
• El segundo, es evidente en un nivel metodológico, en cuanto las "pruebas" de la validez universal y transcultural son expuestas de manera acrítica y,
• El tercero, es un presupuesto específicamente político subyacente en las estrategias metodológicas y analíticas, por ejemplo el modelo de poder y lucha sugeridos.
Para Mohanty, la homogeneidad descrita deriva en la afirmación, de parte de discursos feministas científicos, económicos, legales y sociológicos, de la mujer como grupo ya constituido, uno que ha sido etiquetado como "carente de poder", "explotado", "sexualmente acosado", etc. (nótese que esto es similar al discurso sexista de la mujer como débil, emocional, ansiosa, etc.). Este enfoque no descubre las especificidades materiales e ideológicas que constituyen un grupo particular de mujeres como "no poderosas" en un contexto específico. Por el contrario, se basa en encontrar una variedad de casos de mujeres "no poderosas" para probar que las mujeres-como-grupo carecen de poder.