ALAN TOURAINE-Los Lìmites de la Democracia

ALAN TOURAINE

Hasta hace poco tiempo, para comprender una sociedad procurábamos definir sus relaciones sociales de producción, sus conflictos, sus métodos de negociación; hablábamos de dominación, de explotación, de reforma o de revolución. En la actualidad, solo hablamos de globalización o exclusión, de concentración de capital. Hemos reemplazado la visión vertical por una visión horizontal: estamos en el centro o en la periferia, adentro o afuera, en la luz o en la sombra.


A la pregunta ¿Podemos vivir juntos? Podemos dar una respuesta simple: ya vivimos juntos; ¿Basta ello para decir que pertenecemos a la misma sociedad o a la misma cultura? Ciertamente no, afirma Touraine.

El vivir juntos se da solamente en la medida en que hacemos los mismos gestos y utilizamos los mismos objetos, sin embargo, nos hemos mostrado incapaces de comunicarnos entre nosotros; nuestra cultura ya no gobierna nuestra organización social. Cuando estamos todos juntos, no tenemos casi nada en común, y cuando compartimos unas creencias y una historia rechazamos a quienes son diferentes a nosotros.

Solo vivimos juntos al perder nuestra identidad; a la inversa, el retorno de las comunidades trae consigo el llamado a la homogeneidad, la pureza y la unificación. El Yo ha perdido su unidad, se ha vuelto múltiple. La cultura de masas penetra en el espacio privado, ocupa gran parte de él y, como reacción, refuerza la voluntad política y social de defender una identidad cultural, lo que conduce a la recomunitarización.

Estamos atrapados en un dilema. O bien reconocemos una plena independencia a las minorías y las comunidades y os contentamos con hacer respetar las reglas del juego, o bien creemos que tenemos valores en común, más bien valores morales, y nos vemos llevados a rechazar a quienes no los comparten, o bien vivimos juntos sin comunicarnos de otra manera que impersonalmente, o bien solo nos comunicamos dentro de comunidades que se cierran en sí mismas.

Vivimos juntos, pero a la vez fusionados y separados, como en la “muchedumbre solitaria” evocada por David Riesman, y cada vez menos capaces de comunicación.

Para superar la oposición insoportable entre quienes no quieren más que la unidad y quienes no buscan sino la diversidad, entre quienes solo dicen nosotros, con el riesgo de excluir a lo que se denomina las minorías, y quienes no dicen más que Yo o Eso se conformó una tercera respuesta, a la que podría llamarse inglesa. Para vivir juntos y seguir siendo al mismo tiempo diferentes, respetemos un código de buena conducta, las regals del juego social. Esta democracia “procedimental” no se contenta con reglas formales; asegura el respeto de las libertades personales y colectivas, organiza la representación de los inereses e institucionaliza ala tolerancia. Esta respuesta, como lo reconoció el mismo Habermas, tiene las ventajas y los inconvenientes de las soluciones minimalistas. Protege la coexistencia, no asegura la comunicación, y, aunque va más allá de la simple tolerancia y reconoce positivamente en cada cultura un movimiento hacia lo universal, deja sin solución el problema de la comunicación. Nos sitúa en caminos paralelos desde los que, en el mejor de los casos, solo podemos saludarnos cordialmente.

El individualismo universalista se convirtió en el fundamento del orden político, orden de la libertad, único capaz de gobernar el orden social. Pero es este imperio de lo político el que fue destruido por la autonomía creciente de los hechos económicos que se liberaron de su marco social.

Si las instituciones perdieron su capacidad de regulación e integración, ¿Qué fuerza puede en lo sucesivo acercar y combinar una economía transnacional y unas identidades infla nacionales? Y ¿Cómo pueden reconstruirse a partir de ella unos mecanismos de regulación de la vida social? Ya no se trata de derrocar el poder absoluto o de contrarrestar el poder capitalista, sino encontrar un punto fijo en un mundo en movimiento en el cual nuestra experiencia estás fragmentada y donde el lugar que antes ocupaban las instituciones fue remplazado por las estrategias de las grandes organizaciones financieras, técnicas y mediáticas. Se acaba el tiempo del orden; comienza el del cambio. Ya no es un orden político concebido como superior al orden social donde podemos encontrar el medio de resistirnos a las fuerzas cuyas estrategias imponen cambios no controlados a nuestra experiencia de vida. El poder pertenece ahora a l innovador estratega, al financista, que más que gobernar o administrar un territorio conquista un mercado.

Una primera idea de cómo salir del actual estado de conflicto afirma que el único lugar donde puede efectuarse la combinación de la instrumentalidad y la identidad, de lo técnico y lo simbólico, es el proyecto de vida personal en un esfuerzo por el cual el individuo transforma las experiencias vividas en la construcción de sí mismo como actor, es justamente ese esfuerzo por ser un actor al que Touraine denomina Sujeto, el mismo que no tiene otro contenido que la producción de sí mismo, el sujeto es una afirmación de libertad contra el poder; la apelación al sujeto es la única respuesta a la disociación de la economía y la cultura; el sujeto es también y al mismo tiempo un movimiento social.

Toraine trata de mostrar que la democracia debe definirse como la política del sujeto, como el régimen que brinda al mayor número de personas la mayor cantidad posible de oportunidades de alcanzar su individuación, de vivir como sujetos, y busca colocar en el centro del análisis y la acción no a la sociedad sino al sujeto personal, su resistencia, sus esperanzas, y sus fracasos.

LOS LÍMTES DE LA TOLERACIA

Los poderes autoritarios tienen la voluntad de unificar culturalmente la sociedad para imponer un control absoluto a individuos y grupos cuyos intereses, opiniones y creencias son diversos. ¿Por qué interrogarnos sobre un multiculturalismo vagamente definido y que no puede llevar más que al choque de las comunidades y al fortalecimiento de estados autoritarios o totalitarios cuando en la práctica existe un multiculturalismo moderado al que llamamos tolerancia y laicismo? (otros). Este es el punto de vista al que llamo moderado propio de Europa donde la tolerancia e incluso el relativismo cultural continúa ganando terreno, sin embargo, es una visión que niega casi toda la importancia al tema del multiculturalismo. La imposición de un modelo supuestamente progresista y científico no condujo únicamente a la destrucción de grupos étnicos sino que hundió a las minorías en la marginalidad.

EL COMUNITARISMO

Nada está más alejado del multiculturalismo que la fragmentación del mundo en espacios culturales nacionales o regionales extraños los unos a los otros, obsesionados por un ideal de homogeneidad y pureza que los asfixia y que, sobretodo, sustituye la unidad de una cultura por la de un poder comunitario, las instituciones por un mando, etc. El nacionalismo cultural no sería tan poderoso si no se presentara desde hace un siglo como una respuesta a la globalización.

En el otro extremo perviven las ilusiones universalistas, que imaginan la unificación del mundo gracias a la racionalización.

Mundialización y nacionalismo cultural se enfrentan en una hostilidad recíproca.

El multiculturalismo no es ni una fragmentación sin límites del espacio cultural ni un melting pot cultural mundial: procura combinar la diversidad de las experiencias culturales con la producción y la difusión masiva de los bienes culturales.

Lo esencial es rechazar la separación, que no deja de agravarse entre la unidad del mercado y la fragmenteción de las comunidades.

A la pregunta ¿Cómo podemos vivir juntos? Es decir cómo podemos combinar la igualdad y la diversidad, en opinión de Touraine no existe otra respuesta que la asociación de la democracia política y la diversidad cultural fundadas en la libertad del sujeto. La concepción que defiende el autor se inscribe en la huella de todos los movimientos sociales desde el movimiento obrero al de liberación nacional, y el de las muje.

Es necesario oponerse con vigor a la colonización cultral y la imposición de un modo de vida dominante al mundo entero.
Todo lo incrementa la distancia entre sociedad y comunidades, entre economía globalizada y culturas aisladas tiene efectos negativos, conduce a la destrucción de las culturas, la violencia social y las aventuras autoritarias.

Si nos encerramos en el relativismo cultural extremos ambicionaremos la separación de culturas definidas por su particularidad. Tampoco debemos aceptar el multiculturalismo cargado de discriminación y violencia, del mismo modo que no aceptamos la racionalización social que conduce a tratar como inferiores a quienes se alejan del modelo dominante.

La idea de sociedad multicultural se opone a la sociedad multicomunitaria con la misma fuerza que la sociedad homogénea.

La comunicación intercultural solo es posible si el sujeto logra previamente apartarse de la comunidad. El Otro no puede ser reconocido como tal más si se lo comprende, acepta y ama como sujeto. El reconocimiento del otro solo es posible a partir del momento en que cada uno afirma su derecho a ser un sujeto y complementariamente se afirma al reconocer al otro.

La tolerancia está en el origen de la libertad y la crítica del poder absoluto.

¿Cómo combinar el orden y el cambio y sobre todo la socialización y la individuación?

Hipótesis general ( primera parte del libro): en una sociedad de cambio más que de orden el sujeto emerge en el nivel de la experiencia individual y la voluntad de cada uno de dar un sentido a su vida, y no en el más elevado de sistemas culturales y sociales fuertemente constituidos.

La meta de la recomposición del mundo es recuperar y reinterpretar todo lo que la modernización racionalista y voluntarista había eliminado como contrario a la razón , a su universalismo, y luego a su instrumentalismo.

Nuestro objetivo no debe ser ya el dominio de la naturaleza sino el dominio de este dominio.

Vivimos el enfrentamiento constante de la desmodernización y la recomposición del mundo.

El multiculturalismo no puede reducirse a un pluralismo sin límites, por el contrario el la búsqueda de comunicación e integración parcial entre conjuntos culturales separados durante mucho tiempo. La vida de una sociedad multicultural se organiza alrededor de un doble movimiento de emancipación y comunicación.

La recomposición del mundo se efectúa en cada uno de nosotros a través de dos operaciones complementarias: la rememoración y el distanciamiento.

La sociedad multicultural no se caracteriza por la coexistencia de valores y prácticas culturales diferentes; menos aún por el mestizaje generalizado. Es aquella donde se construyen la mayos cantidad posible de vidas individuadas, donde el mayor número posible de individuos logra combinar, de manera diferente cada vez, lo que los reúne (la racionalidad instrumental) y lo que los diferencia ( la vida del cuerpo y el espíritu, el proyecto y el recuerdo).

La comunicación entre hombre y mujeres es el elemento central de esta recomposición del mundo en que Touraine ve la forma principal del munlticulturalismo.

La idea de sociedad multicultural es incompatible con las políticas identitarias (el feminismo) que, lo mismo que las apelaciones universalistas en sentido inverso actúan en contra de la sociedad multicultural.

Los inmigrantes, asimilación o comunidades aparte, homogéneas y autocontroladas.

Vivamos y trabajemos juntos al mismo tiempo que reconocemos nuestras diferencias culturales.