Grupo Latinoamericano de Estudios Subalternos, MANIFIESTO INAUGURAL

FILOSOFÍA LATINOAMERICANA
DARWIN JIJON LARCO - Doctorado en Filosofía – PUCE– 6 Junio 2002
Prof. Dra. Nancy Ochoa


“Latinoamericanismo, modernidad, globalización.
Prolegómenos a una crítica poscolonial de la razón”
Santiago Castro-Gómez

“Manifiesto Inaugural”
Grupo Latinoamericano de Estudios Subalternos

Explique la vinculación entre la gramática de la modernidad, implícita en las narrativas anticolonialistas, y las prácticas totalizantes del colonialismo europeo. Sintetice el ejemplo de la independencia de la India al que se refiere Castro-Gómez y compárelo con los nacionalismos latinoamericanos.
A partir de saberes consolidados institucionalmente como la antropología, la crítica literaria, la etnología y la historiografía, los teóricos poscoloniales articularon una crítica al colonialismo desde metodologías afines a las ciencias sociales, las humanidades y la filosofía empezando a observar que, la gramática misma, se hallaba vinculada esencialmente a las prácticas totalizantes del colonialismo europeo.
Spivak afirmó que, entre las técnicas de producción del conocimiento moderno y las estrategias coloniales de poder, no existe una relación de exterioridad por lo cual las críticas tercermundistas al colonialismo, no podían escapar del ámbito desde el cual esas disciplinas reproducían la gramática hegemónica de la modernidad en los países colonizados; ningún discurso de diagnóstico social puede trascender las estructuras homogeneizantes del conocimiento moderno y; todo saber científico se encuentra, de antemano, codificado al interior de un tejido de signos que regulan la producción del "sentido", así como la creación de objetos y sujetos del conocimiento.
Bhabha, de su parte, criticó los mecanismos institucionales que producen representaciones del "otro" y lo proyectan como una entidad susceptible de ser oscultada por los discursos etnológicos, geográficos, antropológicos, historiográficos y lingüísticos de la modernidad pues, tales representaciones son la contraparte de aquellas auto-representaciones europeas que postularon al "Hombre" como sede y origen del lenguaje y el sentido. Afirma que, para legitimarse, el proyecto europeo de expansión colonial necesitó producir una auto-imagen metafísica del conquistador.
Said, tomó como objeto de estudio las diversas formas textuales mediante las cuales Europa produce y codifica un saber sobre el "Oriente", poniendo de relieve los vínculos entre imperialismo y ciencias humanas. Explora el modo en que las sociedades colonialistas europeas construyen discursivamente una imagen de las culturas no metropolitanas, especialmente de aquellas que se encuentran bajo su control territorial.
La independencia de la India, fue representada como un proceso anclado en una "ética universal", traicionada por los colonizadores. Para los subalternistas, el recurso a una supuesta "exterioridad moral" frente a Occidente conllevaba una retórica cristiana de la victimización, en la que las masas, por el simple hecho de ser oprimidas, aparecían dotadas de una superioridad moral frente al colonizador.
La desmitologización del nacionalismo anticolonialista implica de otra parte, una fuerte crítica a la retórica imperial del marxismo inglés que, para legitimarse políticamente en la metrópoli, necesitaba recurrir a los ejemplos distantes de las luchas anti-imperialistas en el "Tercer Mundo".
Según Guha, la historiografía marxista quiso reconstruir el proceso liberacionista de la India en base a paradigmas humanistas europeos, que otorgan protagonismo a la escritura alfabética por lo que, al no ser tenidas en cuenta por los esquemas homogeneizantes, las prácticas no letradas de las masas indias fueron despojadas de cualquier protagonismo así, los saberes humanísticos funcionaron en realidad como estrategias de subalternización en manos de las élites educadas de la India, son, como lo afirma Spivak, narrativas esencialistas, sujetas a las epistemologías coloniales, que ocultan las hibridaciones culturales, los espacios mixtos y las identidades transversas.

Sintetice y evalúe la crítica que hace el Grupo Latinoamericano de Estudios Subalternos al latinoamericanismo de los "Estudios Latinoamericanos" en Estados Unidos, y explique las propuestas específicas de Beverley, Mignolo y Moreiras.

El "Grupo Latinoamericano de Estudios Subalternos", reflexiona sobre la función política del Latinoamericanismo en la universidad y en la sociedad norteamericana a partir de la sospecha de que los "Area Studies", y los "Latin American Studies" han operado tradicionalmente como discursos inscritos en una racionalidad burocrático-académica que homogeniza las diferencias sociales, económicas, políticas y sexuales de las sociedades latinoamericanas; que ocultan estructuralmente las diferencias. Por ello, el proyecto teórico-político del grupo es ir hacia la deconstrucción de tales epistemologías y hacia la apertura de nuevos espacios de acción política, buscando articular una crítica de las estrategias epistemológicas de subalternización desarrolladas por la modernidad y, encontrar un camino hacia el locus enuntiationis desde el que los sujetos subalternos articulan sus propias representaciones.

La crítica de Beverley se dirige hacia el tipo de discurso letrado y humanista que predomina en los departamentos de literatura latinoamericana en los Estados Unidos, señala que las estructuras del aparato universitario ofrecen material reificado de estudio, "empaquetado" en rígidos esquemas canónicos por los cuales predefinen lo que es y lo que no es "literatura latinoamericana".
Lo que Beverley pretende mostrar es que la organización institucional de los programas de literatura obedece a una ideología hegemónica que asigna a los países imperiales el dominio sobre una determinada lengua y critica el enfoque humanístico de los programas académicos de literatura, en donde la figura del letrado aparece como "autoconciencia de América Latina", y la literatura como el discurso formador de la identidad latinoamericana.
La literatura, para Beverly, fue una práctica de formación humanística de aquellas élites que, desde el siglo XIX, impulsaron el proyecto neocolonialista del estado-nación ; el nacionalismo y el populismo animados por una lógica disciplinaria que "subalternizó" a una serie de sujetos sociales: mujeres, locos, indios, negros, homosexuales, campesinos, etc.
Las humanidades se convierten en el espacio desde el cual se "produce" discursivamente al subalterno, se representan sus intereses, se le asigna un lugar en el devenir temporal de la historia y se le ilustra respecto al sendero "correcto" por el que deben encaminarse sus revindicaciones políticas. Beverley busca romper con la visión salvífica del papel de los intelectuales y avanzar hacia formas poshumanistas de teorización, para lo cual se debe deconstruir los discursos humanistas en que se ha formado el sujeto patriarcal y burgués de la modernidad, señalando otro tipo de prácticas extra-académicas, no letradas, que se resisten a ser representadas por el "discurso crítico" de los intelectuales.

Walter Mignolo desea resolver el problema de si, análogamente a lo realizado por los poscoloniales indios, también en Latinoamérica existieron teorías que subvierten las reglas del discurso colonial desde las herencias coloniales hispánicas. Investiga la relación entre imperialismo y conocimiento, y se propone demostrar que los conocimientos historiográficos, lingüísticos y geográficos en el siglo XVI estaban ligados con el inicio de la expansión europea y representaron, por ello, la colonización de la memoria, el lenguaje y el territorio de los pueblos amerindios. Adicionalmente, procura mostrar que la ciencia moderna produjo objetos de conocimiento tales como "América", "Indias Occidentales", "América Latina" o "Tercer Mundo", que funcionaron en realidad como estrategias colonialistas de subalternización.
De acuerdo a la arqueología de Mignolo, las teorías posoccidentales empezaron a formularse en América Latina a partir de 1918, cuando Europa comenzó a perder la hegemonía del poder mundial gracias a teóricos que deslegitimaron epistemológicamente el discurso hegemónico y colonialista de la modernidad. Según Mignolo, la producción de discursos teóricos para, sobre y desde América Latina, lograron romper con el eurocentrismo epistemológico que ayudó a legitimar el proyecto colonialista de la occidentalización.

Según Moreiras, el poscolonialismo no es solo un nuevo paradigma para los estudios culturales, sino que se constituye en el horizonte inescapable del pensamiento latinoamericano en tiempos de globalización tardo-capitalista. Moreiras pretende avanzar hacia una metacrítica del Latinoamericanismo y mostrar que éste, como el Orientalismo, es una forma de conocimiento directamente ligada a mecanismos imperiales de dominación que nacen con la modernidad.
El Latinoamericanismo trabaja como una máquina de homogeneización, aun cuando se entienda (ideológicamente) a sí mismo como si estuviese promoviendo y preservando la diferencia pues, a través de la representación latinoamericanista, las diferencias de las sociedades latinoamericanas son controladas, homogeneizadas y puestas al servicio de una representación global administrada desde el "centro". Por ello, propone un "nuevo Latinoamericanismo" asentado en los espacios intermedios, los cruces fronterizos de orden epistémico-cultural un Latinoamericanismo poscolonial que desarticula el locus moderno (imperial) de enunciación que impregnó desde sus comienzos al "Latinoamericanismo primero".
El "Latinoamericanismo segundo" debe entenderse a sí mismo como una estrategia deconstructiva de carácter fundamentalmente político; no es un corpus teórico que genera representaciones y conocimientos sobre Latinoamérica, sino una "actividad" contradisciplinaria y anti-representacional que busca liberar las diferencias que tiene por tarea principal desarmar los parámetros del conocimiento humanista creados durante el proceso de occidentalización buscando con ello abrir campo para la emergencia de las diferencias, de las voces silenciadas por los saberes modernos. Su deconstrucción podría contribuir a una democratización del conocimiento en las universidades norteamericanas, así como a una revaloración de los saberes "híbridos e impuros" despreciados por la modernidad.
El nuevo Latinoamericanismo de Moreiras quiere ser una metacrítica epistemológica del discurso latinoamericanista, una autoarqueología que busca corregir la enfermedad que padeció siempre el "Latinoamericanismo primero": la incapacidad para representar su propio lugar de enunciación.


Sintetice y evalúe la genealogía de la "metafísica de lo latinoamericano" en América Latina, según Castro-Gómez.

Para Castro-Gómez, así como los estudios subalternos han buscado realizar una genealogía o arqueología del Latinoamericanismo en los Estados Unidos, se debe avanzar hacia la realización de un proyecto similar para el caso de América Latina, reconociendo que la crítica al Latinoamericanismo en los Estados Unidos no agota el problema de mostrar cuáles han sido los mitos sobre América Latina que el proyecto colonialista de la modernidad arrastra consigo para legitimarse.
Afirma que, también al sur del río grande, hemos venido construyendo la verdad sobre nosotros mismos en base a esos mitos ilustrados durante los últimos 200 años, hasta el punto de que éstos se han convertido ya en naturaleza segunda, en una "metafísica" que nos constituye.
De lo que se trata, según Castro-Gómez, no es tanto de trascender esa metafísica en nombre de una verdad más "nuestra" y más pura, sino de reconocer la violencia que esa metafísica conlleva, para desarrollar estrategias inmanentes de resistencia.
La metafísica sobre la cual se apoyaba el Latinoamericanismo tuvo efectos en la población que trascendían las intenciones políticas de las élites que impulsaban el proyecto. Grupos no letrados empezaron a "hablar" , a representarse a sí mismos de acuerdo a los parámetros definidos por la modernidad. Así, alrededor de esta metafísica organizaron sus luchas miles de personas anteriormente ignoradas e invisibles para la "ciudad letrada".
La modernidad, si bien nos permite representarnos como seres libres, al mismo tiempo, nos arrebata la posibilidad de realizar institucionalmente esa representación. La institucionalización de la metafísica de lo latinoamericano conduce paradójicamente a su negación, al disciplinamiento de la memoria y los sentidos … al "olvido del ser" (Heidegger).
Con la llegada del siglo XX, el Latinoamericanismo empieza a diversificarse en cuanto a su contenido material, pero conservando básicamente la misma estructura formal. La meta del desarrollo social de nuestros países ya no es tanto la sustitución de la imaginación por la observación y la experiencia, sino la plena expansión de la vida moral y de la autenticidad cultural. Se va delineando así, desde la letra, un mito que todavía nos constituye y nos asedia sin quererlo: el mito de la "América mágica"; la idea del autoctonismo, de la recuperación de las raíces, de la identificación con lo telúrico, de lo real-maravilloso, de la "raza cósmica", del pobre y el subalterno como portadores impolutos de la verdad. Un mito que ha sido apropiado por grupos no letrados de todos los colores para legitimar y defender sus aspiraciones políticas.
Se trata de una representación occidental, atravesada por el deseo de la emancipación, la liberación y la reconciliación con los orígenes, se trata también, de una "política de la representación" moderna y global escenificada desde los años treinta por el estado nacional-populista en su afán de alcanzar la "modernización" de Latinoamérica.


Sintetice y evalúe la crítica de Ranajit Guha a la historiografía marxista y nacionalista. Explique cómo aplica el Grupo Latinoamericano de Estudios Subalternos esa crítica a los "Estudios Latinoamericanos" y resuma las etapas de dichos Estudios, así como los conceptos básicos y las estrategias del estudio de la subalternidad en América Latina.

El artículo inaugural de Guha en el primer volumen de la serie Subalternal Studies, enseña ya la pretensión central del proyecto: desplazar los presupuestos descriptivos y causales utilizados por los modelos dominantes de la historiografía marxista y nacionalista para representar la historia colonial sudasiática.
Para Guha, el subalterno (por definición) no está registrado ni es registrable como sujeto histórico capaz de acción hegemónica , emerge en dicotomías estructurales inesperadas; en las fisuras que dejan las formas hegemónicas y jerárquicas. El subalterno no es pasivo, actúa para producir efectos sociales que son visibles para estos paradigmas o para las políticas estatales y los proyectos investigativos legitimados por ellos. Es el reconocimiento de este papel activo del subalterno, el modo en que altera, curva y modifica nuestras estrategias de aprendizaje, investigación y entendimiento, lo que inspira la sospecha frente a tales paradigmas disciplinarios e historiográficos.
Detrás del problema del subalterno se encuentra la necesidad de reconceptualizar la relación entre el estado, la nación y el "pueblo" en los tres movimientos que han inspirado y dado forma a los Estudios Latinoamericanos (y a Latinoamérica misma): las revoluciones mexicana, cubana y nicaragüense.

Primera etapa: 1960-1968
Aunque la mayoría de los países latinoamericanos ganaron su independencia en el siglo XIX, los estados nacionales resultantes fueron gobernados predominantemente por criollos blancos que establecieron regímenes coloniales internos con respecto a los indios, los esclavos descendientes de africanos, el campesinado mestizo y mulato, o los nacientes proletariados. La revolución mexicana marcó una desviación con respecto a este modelo blanco, patriarcal, oligárquico y eurocéntrico de desarrollo, pues se fundaba en la agencia de los indios y los mestizos, no sólo como soldados sino también como líderes y estrategas del levantamiento revolucionario. Si embargo, durante el México postrevolucionario, este protagonismo fue bloqueado a nivel económico, político y cultural - en favor de la emergente clase mestiza, alta o media - mediante la supresión de las comunidades y líderes indios, así como por la resubalternización del indio, que dejó de ser visto como un sujeto histórico-político para convertirse en artefacto "cultural" vinculado al nuevo aparato estatal.
La revolución cubana, por su parte, representó una recuperación parcial del impulso hacia la emergencia del subalterno, en el contexto de la descolonización, levantándose así frente a la primacía de la historiografía eurocéntrica y frente a los paradigmas culturales establecidos. El nuevo prestigio que la revolución otorgó al marxismo entre los intelectuales latinoamericanos y los trabajadores culturales generó un gran optimismo y una certeza epistemológica respecto a las posibilidades de la subjetividad histórica. El concepto del pueblo como "masa trabajadora" se convirtió en el nuevo centro de la representación. Sin embargo, aun cuando estos trabajos problematizaban asuntos de genero, raza y lenguaje, su acento recaía en la existencia de un sujeto clasista unitario lo cual velaba la disparidad de negros, indios, chicanos y mujeres, los modelos alternativos de sexualidad y de corporalidad, así como la existencia del "lumpen" y de aquellos que no habían entrado en pacto con el estado revolucionario

Segunda etapa: 1968-1979
La crisis del modelo protagónico de la revolución cubana empieza con el colapso de la guerrilla del Ché Guevara en Bolivia y de los focos guerrilleros a finales de los 60. La "Nueva Izquierda" en los Estados Unidos, el movimiento antibélico, el "Mayo" francés y las manifestaciones de los estudiantes mexicanos frente a la matanza de 1968 en Tlatelolco, señalan la aparición del estudiantado como actor político en el escenario mundial.
Políticamente, el movimiento se caracteriza, por un lado, como un conflicto "generacional" entre las élites o los sectores medios y una nueva clase amorfa que los estudiantes pretendían representar; por el otro lado, como una alianza política muy amplia entre movimientos populares. En el campo de la producción cultural, la emergencia de formas documentales o testimoniales desplazó los parámetros de representación fundados en la actividad de los escritores y las vanguardias.
Tercera etapa: los años ochenta
La revolución nicaragüense y la importante difusión teórica y práctica de la teología de la liberación se convirtieron en fuentes primarias de referencia durante esta etapa. Las palabras claves fueron "cultura", "democratización", "globalización", postmarxismo, postmodernismo, postestructuralismo. Formas establecidas de la cultura alta, como por ejemplo la literatura, fueron cuestionadas por la crítica que desarrollaron la deconstrucción, el feminismo y los estudios negros y chicanos en los Estados Unidos, siendo reemplazadas por una visión antropológica de la cultura como "experiencia vivida".
El rápido desarrollo y expansión de los medios de información fue la característica tecnológica más importante durante esta etapa. Emergieron los estudios culturales en la universidad anglo-americana, impulsados por la conjunción entre el feminismo, la crítica del discurso colonial, nuevas formas de marxismo y teoría de la sociedad, los análisis psicoanalíticos de Lacan concernientes a la construcción del sujeto, el nuevo interés por los mass media y la cultura popular, así como las nuevas experiencias de la globalidad y la simultaneidad.

Conceptos básicos y estrategias
• Consenso respecto a la necesidad de construir un mundo democrático.
• La naturaleza ética y epistemológica de este consenso y el destino de los procesos de democratización en Latinoamérica están unidos de tal forma, que imponen nuevos retos y exigencias a nuestra labor como académicos y educadores.
• Las élites representadas por la burguesía nacional y/o la administración colonial son responsables de haber inventado la ideología y la realidad del nacionalismo. hegemónico.
• El problema central de la poscolonialidad es lo que Guha llamase "la incapacidad histórica de la nación para realizarse a sí misma", debida al liderazgo inadecuado de las élites gobernantes.
• La nueva economía política global trae consigo la necesidad conceptual de deconstruir los paradigmas de la nación y la independencia
• Uno de sus propósitos centrales es rastrear el modo en que los conceptos mudan, y lo que significa la utilización de una determinada terminología.
• Además de conceptualizar la nación como un espacio dual, el estudio de la subalternidad en América Latina incluye otras dicotomías estructurales.
• El subalterno aparece como un sujeto "migrante", tanto en sus propias representaciones culturales como en la naturaleza cambiante de sus pactos con el estado-nación.
• La des-nacionalización es, simultáneamente, el límite y el umbral de su proyecto.
• Se requiere mirar hacia atrás para reconsiderar aquellas formas pre-nacionales de territorialización precolombina y colonial, y mirar hacia adelante para pensar en nuevas formas emergentes de subdivisión territorio.
• Llamar a juicio el concepto de nación equivale, a su vez, a cuestionar determinadas representaciones "nacionales" sobre las élites y los grupos subalternos.
• La insistencia en mirar al subalterno desde el punto de vista de la posmodernidad no significa dejar de perseguir los rastros que han dejado anteriores hegemonías culturales en la formación del subalterno y de las correspondientes élites locales.
• De acuerdo a la narrativa de las elites, el nacionalismo es una aventura idealista conducida por ellas mismas, guiada en parte por el ideal "literario" de la nacionalidad.
• El no reconocimiento de la contribución del subalterno a la creación de su propia historia revela la pobreza de la historiografía –ilustrada- y señala las razones por las cuales fracasaron los programas nacionalistas de promoción popular.
• El transnacionalismo del subalterno es registrado únicamente como un problema de ley y orden, o como una respuesta al carisma de los líderes de la elite.
• Representarse la subalternidad en América Latina cualquiera que sea la forma en que ella aparece, encontrar el locus en donde ella habla como sujeto político y social, requiere una exploración de las márgenes del estado.
• Insisten en su premisa básica: la nación, como espacio conceptual, no es idéntica a la nación como estado. Su aparato conceptual, afirman, adquiere, por ello, una connotación más geográfica que institucional.
• La estrategia de investigación obliga a realizar un trabajo arqueológico en los intersticios abiertos por las formas de dominación (ley y orden, poder militar o policial) e integración (aprendizaje y escolaridad).
• Al conceptualizar la subalternidad se debe tener mucho cuidado en no colocarnos a nosotros mismos en la posición de letrados subalternos.
• La nación y lo nacional deben repensarse como categorías variopintas que oscilan entre el criollo y el mestizo, entre el mestizo y el mulato hasta el negro o el indio, entre el hombre y la mujer así, nos será posible acercarse a la idea de territorialidad (espacios, áreas, geografías) que se pretende dibujar.
• El sujeto social desinstitucionalizado e internacionalizado es el que confirma las estructuras de globalización y de control de la población (tanto político como biológico).
• Reconocer la presencia de este sujeto es importante para ver de qué manera los sujetos subalternos entran a formar parte activa, como seres vivientes de carne y hueso, en las estructuras administrativas y en las prácticas de dominio.
• El subalterno es un sujeto mutante y migrante. Es necesario acceder al vasto y siempre cambiante espectro de las masas: campesinos, proletarios, sector formal e informal, subempleados, vendedores ambulantes, gentes al margen de la economía del dinero, lumpen y ex-lumpen de todo tipo, niños, desamparados, etc.